jueves, 7 de agosto de 2014

Sho shin. O algo asi...



Lentamente y sin darme cuenta me voy haciendo experto en el engañoso arte del equivocarse. Me equivoco todo el tiempo... Apenas pienso que doy en el blanco y ¡paf!, fue que apunté hacia otro lado. Creo que al final de cuentas no está del todo mal especializarse en la confusa labor del principiante. Dicen que dicen los antiguos que ahí siempre abundan nuevas posibilidades... Aunque tal vez en esto puedo estar equivocado.

En el camino del equivocarme voy tomando notas que acompañan mi días de práctica, apuntando los detalles, aquello que no entiendo, cosas que con el tiempo van anudando sus formas y sus giros como el vuelo de una mariposa guiada por el viento.  Como aquella del sueño del maestro, que escapaba de los ataques de un gigante moviéndose a su alrededor sin poder ser atrapada y libre de cualquier resentimiento. 

Comprendí que depositar nuestro destino en el vuelo de una mariposa nunca viene mal. No lo entendí del todo el primer día en el Dojo cuando el instructor me preguntó si volvería al próximo entrenamiento, no recuerdo muchas cosas de ese primer día, pero si con claridad recuerdo la polilla que se paró sobre su hombro derecho. Mi respuesta demoró lo que esta tardó en cruzar el tratami y apoyar su vuelo sobre mi cabeza. Fue la primera en enseñarme que en los hombros del Budo seria bueno descansar mi vuelo. La polilla en esto no se había equivocado.

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